"desea el hombre una cosa, le parece un mundo,
luego que lo consigue, tan sólo es humo"

lunes, 13 de diciembre de 2010

De luto

De luto está la música, el flamenco, el compromiso, la honestidad y el atrevimiento. Llorando porque se fue, porque se ha ido uno de los más grandes, porque siento que calla una de las mejores voces del cante, ese que "empieza a nacerle a uno de eso, de oír cantar a los demás en su pueblo, de oír cantar a la gente en su tierra. Grupos de gentes que los oyes que se reúnen en una taberna y que empiezan a cantar y que los oyes tú y que empiezas a cantar también: oyes que en las fiestas familiares todo el mundo canta y todo el mundo bebe, todo el mundo baila y... aparte de eso, resulta que, claro, necesitas una técnica, necesitas una escuela, necesitas aprender. Para eso, lo que te hace falta... la principal ayuda es la afición; y después, el sentido para saber de quién hay que aprender y de qué fuentes, dónde está lo bueno. Entonces te vas como yo me he ido".
Y sí, se ha ido, pero es que "las penas las llora el flamenco con mucha alegría (...). Estás cantando unas sevillanas de lo más alegres y las letras pueden ser un drama total, pero debe servir también para denunciar cualquier injusticia".
"Ya sé que esto lo pensarán muchos, que yo he traicionado ciertas normas, ciertas costumbres..., pero creo que un cantaor, en un momento dado, puede ser consciente de cosas y de realidades de la vida, como lo puede hacer cualquier persona; entonces, lo que sería falso y traicionero, desde luego, es no cantar a partir de este momento ciertas cosas de la vida, no cantar según veo las cosas que pasan en el mundo. (...) Antes... yo formaba parte, como ahora, naturalmente, del pueblo, pero antes no era consciente de las cosas y ahora sí lo soy. Y, desde luego, yo pienso que sí, que yo estoy más cerca del pueblo que nunca por dos cosas: primero, porque pertenezco al pueblo, y segundo, porque soy consciente y quiero ser y estar con el pueblo, y lo que quiero hacer lo quiero hacer en pro del y para el pueblo." ("Enrique Morente", Triunfo, 28 de noviembre de 1970)
Gracias y que la tierra te sea leve...

lunes, 6 de diciembre de 2010

Lo sigo diciendo...

Yo no soy de esta tierra, ni conozco a nadie. Estamos asistiendo a una perfecta escenificación, que se sabía aplaudida de antemano. Del discurso antisindical por un derecho al trabajo que nos defendían patronal, clase política institucional y voceros mediáticos, nos vamos a la militarización, al estado de alarma, a la negación de derechos constitucionales a un colectivo que dicen que defendía privilegios, que ha privado de vacaciones a cientos de miles de personas. A golpe de galón, a punta de pistola, con ordeno y mando nos clavan la privatización, el recorte de derechos, el que esta medida siente jurisdicción, un aviso a navegantes a todos los enemigos de España. Pero qué pasa, qué está pasando, somos conscientes o qué. Que no, que ya no es de boquilla, que los sacaron a la calle, que nos han puesto bajo la bota militar, que la que se nos viene encima no es chica. Que llevan tiempo envalentonados, que estamos perdiendo mucho terreno, que vamos a normalizar lo que no está escrito... Que no, que no me sale más que rabia, bilis, que qué hacemos: que eso, que o nos echamos al monte o a la calle!!!

miércoles, 17 de noviembre de 2010

Madrid

Definitivamente, Madrid es una ciudad de contrastes. Es una ciudad segregada socialmente -como todas, no nos engañemos-, pero donde te puedes topar, en ese mismo centro urbano gentrificado como tantos otros, con la tabernilla de barrio que muchos soñamos, allí donde tomarte una caña, con su respectiva tapa, por un euro o poco más. Allí donde, pese a la sordidez del lugar -o quizá precisamente por eso-, también te encuentras con el moderno que de tanto que lo es ya está un poco pasaíllo. Es una ciudad también donde, por ejemplo, en el edificio de la COPE, al ladito del Retiro, el Banco de España o el Paseo de Recoletos con su Plaza Colón y su inmenso banderón, exhiben, en una mesita que está nada más pasar el control de entrada -una tontería en comparación con la obsesión securitaria que impregna la Biblioteca Nacional de esta España plural que dedica un homenaje en las paredes de su Salón General a un tal Raimundo Lulio-, varios ejemplares de periódicos. En concreto, frente a frente, Público y La Gaceta. Otros días estaba El Periódico de Catalunya, en castellano, rivalizando con el ADN. Todo ello bajo la atenta mirada de los tertulianos que "debaten" en el programa matutino de Popular TV, que cede parte de su espacio de pantalla a seguir el programa que, en paralelo, se está retransmitiendo, algunas habitaciones más allá, desde la emisora Episcopal. Por si esto no fuera poco -tampo es tanto, la verdad-, el otro día estuve en mi primera manifestación con Rosa Díez, y unos cuantos seguidores de su rosáceo partido -increíble el merchandising, desde paraguas a camisetas y fulares; incluso vi un palestino rosinegro- y, eso me enteré después, con Esteban González Pons. También estaba la progresía, claro; esa que no puede hablar porque resulta que no es experta. Una manifestación donde se coreaban, aparte de algunas otras cosas bastante más de mi agrado, "España hermana, el Sáhara reclama". Pues quizás, ya puestos, hubiese sido mejor que fuera prima, por aquello del "cuanto más se arrima". En todo caso, sigo sin tenerlo muy claro. Como tampoco me ilumina mucho el juicio que un histórico militante libertario madrileño me diga que lo bueno que tenemos en Barcelona, y por extensión Catalunya, sea el nacionalismo. En todo caso, tenía razón en algo, que tenemos una tradición de lucha impresionante, potentísima, que ya la quisiéramos nosotros, me decía. Y también, ahí empecé a entender algo más, que lo que le interesaba del nacionalismo era la idea de generar identidades colectivas, que eso estaba detrás de su militancia en Vallecas, primero en los clubs juveniles de finales de los 60, luego en el Ateneo Libertario ya en los 70, de ahí a la librería colectiva "El Bulevar", pasando después por Onda Verde Vallecana y Radio Vallecas; que si el símbolo de la K, que si "Los Hijos del Agobio", el tema ecologista, el feminista, los Festivales de Rock, la Batalla Naval y el "Vallekas, puerto de mar". Y ahí pensé que ya me gustaría a mí esa tradición aunque siga sintiendo lo que ya dije un día, "yo no soy de esta tierra ni conozco a nadie". Al final, quizá me quedo con la sencillez, la claridad y la contundencia de las cosas aquí en Madrid, para lo bueno y para lo malo, con muchas menos medias tintas que allende el Ebro. Me quedo, finalmente, con la frase que soltó un vecino de Orcasitas en Radio Nacional de España en 1970: "¿Cómo es posible que mientras el hombre llega a la Luna, nosotros en Orcasitas tengamos que cagar en una lata?"

lunes, 4 de octubre de 2010

Comunicado urgente y conjunto de Mujeres Agitando y Minoría Mosqueá

Compañeros y compañeras,

En el día de hoy, 2 de octubre de 2010, las integrantes de Mujeres Agitando y Minoría Mosqueá –representada en Debla– queríamos estar en este espacio, unidas al resto de compañeros para ofreceros un abrazo alegre y combativo, para reflexionar con todas vosotras sobre la Revolución, para invitaros a pensar juntos sobre su venta, para vestiros, desvestiros y transvestiros, para agitaros, para daros la palabra, para romper muros y fronteras, para no ser con papeles, para perder los papeles, para danzar con los textos, para tintarnos las manos, para gritar y susurrar, para liberarnos entre todas porque juntas lo podemos todo.
Debido a los últimos acontecimientos acaecidos en la ciudad de Barcelona, a los que no hemos sido ajenas, en las que nos hemos hundido hasta mancharnos, donde nos hemos implicado hasta la rabia, la tristeza, la solidaridad y el entusiasmo, hoy no podemos acompañaros. Hemos sido dispersadas, apaleados, detenidas, desalojados, torturadas, culpados falsamente, vilipendiadas mediáticamente, insultados con palabras que nos parecen elogios en boca de fascistas, de falsarios de la izquierda institucional, de intelectuales que viven del pasado en el presente, de voceros que nos quieren acallar y pisotear, que quieren privatizar nuestros sueños, videovigilar nuestras vidas, normativizar nuestros cuerpos, encajonar nuestras actitudes, civilizar, democratizar… Nos hablaban del derecho al trabajo, de apretarnos el cinturón, de “esto lo arreglamos entre todos”, de que hacer una Huelga “era una gran putada”, de servicios mínimos maximizados, de que teníamos que volver a consumir, a hipotecarnos, de que volviéramos a confiar.
Respondimos críticamente a la convocatoria de una Huelga General. Supimos valorar la oportunidad, nos pusimos a trabajar entre todas, a crear espacios unitarios, a salvar límites y trabas políticas, hablamos en asambleas multitudinarias, nos organizamos en comités de barrio, aprendimos de las viejas militantes, de nuestras madres y de nuestros abuelos. Lo hicimos por dignidad, por rabia. No rehuimos el conflicto, lo encaramos. Nos preparamos y nos organizamos. Creamos, soñamos, nos unimos, accionamos y nos autogestionamos. Liberamos un espacio inmenso, nos reapropiamos de un Banco que tenía que convertirse en un hotel y en residencias de lujo. Y lo hicimos bailando, disfrazados, vestidos con boas y pelucas, con narices de payaso, a ritmo de charanga. Dijimos bien claro, bien alto, que la banca nos asfixia, la patronal nos explota, los políticos nos mienten, CCOO y UGT nos venden. También gritamos que aquello era, y quiere seguir siendo, una invitación a trabajar juntas. Participamos de l’Assemblea de Barcelona. También del Moviment del 25, nos reunimos con inmigrantes, con mujeres del trabajo doméstico, con putas, presentamos nuestros comités de barrio, hablamos con sindicalistas. Vivimos unos días de victoria, de entusiasmo, de energías renovadas. Volvimos a nuestros barrios y seguimos luchando y creciendo juntos. Reuniones, asambleas, llamadas, mails, pocas horas de sueño, tejiendo redes y solidaridades, conociéndonos, aprendiendo a vivir nuestra vida de una forma diferente, construyendo alternativas.
Piqueteamos, informamos, nos enfrentamos a esquiroles, nos abrazamos con otros compañeros, nos contábamos nuestras victorias y nuestros fracasos. Convergimos en Plaza Cataluña, la calle fue nuestra, las plazas fueron nuestras y allí estaba nuestra casa, abierta a todos, proyectando la jornada de Huelga sobre los edificios que nos rodeaban, dándonos bocadillos y agua para los que llevábamos horas en la calle, casi sin voz, cansados, pero exultantes. Éramos muchos. Somos millones y el planeta no es vuestro. Partimos a piquetear, a seguir con la lucha, a liberar ocupando nuevas calles. Ya sabíamos que teníamos detenidos, ya nos habían golpeado, ya nos habían disparado. En Madrid fueron un mínimo de siete tiros al aire. En Madrid fue un atropello con resultado de una mujer en coma. En Valladolid fueron cargas y detenciones brutales. En el Vallès fue un 100% de seguimiento de la Huelga. Cerramos industrias, paramos transportes. Hicimos lo propio con los comercios.
Y todo estalló.
Nos perdió la estética, nos creímos ganadores de una batalla absurda.
Algunas pensamos que aquello no tenía sentido.
Otras que no había otro camino.
Excusas para acciones que estaban planificadas. Sin orden judicial, con montajes mediáticos y policiales. Embistieron contra nosotros, tumbaron nuestras puertas ahora que estaban cerradas. Nos rodearon, nos expulsaron e identificaron.
La presencia policial se volvió todavía más invasiva, agresiva, violenta, testosterónica.
Cargaron contra nosotros. Los hicimos recular, los asustamos, nos asustaron, nos hicieron correr.
Fue un día largísimo, duro, agotador, excitante, estresante. Nos cargamos de rabia, nos reunimos y nos dispersamos. Volvimos a ser detenidos, agredidas, insultadas, atropellados.
Fuimos desalojados e identificadas. Nos robaron algunas calles y plazas. Marchamos en manifestación. Volvieron a cargar contra nosotros. Seguimos hablando, gritando, soñando, piqueteando.
Fuimos detenidos por secretas, engañados por secretas, fuimos violentados en las furgonetas de la Brigada Móbil de los Mossos d’Esquadra.
Algunos nos fuimos tristes, muchos enrabiados, otros alegres. Hicimos una demostración de fuerza, de movilización y, en parte, de organización. Dijimos basta, hasta aquí llegamos, aquí nos plantamos. Queremos echar raíces y crecer, queremos proponer, crear, continuar el camino, abrir otras veredas.
No nos leyeron nuestros derechos, no supimos donde estábamos, no pudimos llamar por teléfono. Los abogados sufríamos, no sabíamos cuantos éramos, cómo estaríamos, dónde estaríamos. Nos estaban torturando física y psicológicamente.
Al día siguiente, apenas sin descansar, sin poder digerir lo ocurrido, fuimos trasladados de la comisaría de Zona Franca a la de Les Corts. Nos concentramos a sus puertas, por solidaridad, por rabia, para aplaudir a los que salimos, para darles un abrazo, miles de besos y ánimos. Para consolar a nuestras madres y hermanas, para hablar con los abogados.
Salimos con moratones, con brazos rotos, llorando y con los puños en alto, con sonrisas cargadas de razones.
Por eso, por todo lo que callamos y hablamos, por lo que soñamos y peleamos. Porque hay mucho por hacer, porque ya hemos andado, porque está todo por ganar, por todo ello hoy no podemos estar aquí. Estamos (re)construyendo, (re)cargándonos de razones, volviéndonos a levantar, reuniéndonos en asamblea. Volvemos a tomar las plazas, volvemos a la calle y queremos encontraros a todos allí.

Salud y Huelga General. Juntes ho podem tot!

                                                                                                                         Barcelona, octubre de 2010.

sábado, 11 de septiembre de 2010

Juguetes rotos

Se nos rompió el amor de tanto usarlo. Quizá este podría haber sido el título de esta entrada. En todo caso, déjenme que les explique un cuento, que se lo cuente por el final, al revés y del revés, con la piel por dentro y el corazón por fuera, en las manos. Hablará la sangre, la que me hierve; la rabia, esa que me mantiene despierto, casi al límite del hartazgo. Que poco aguante tengo, al fin y al cabo. Es verdad, eso es cierto, yo no pasé una guerra, ni una posguerra ni una dictadura de cuarenta años que si los dices todos juntos, seguidos y en orden, parecen lo que fueron: muchos, demasiados, implacables. Tampoco viví los años del cambio político, no, no. Sólo los investigo, a ratos y a trozos. Y ahí vuelve a revolvérseme todo.
Porque, ¿saben? Yo tampoco he vivido conscientemente tantas huelgas generales. En realidad sólo la última, la del "decretazo", aquella que un tipo repeinado -Pío Cabanillas se llamaba- dijo que no existía porque él había podido comprar el periódico. Pero claro, es que ahora que me toca vivir otra, resulta que "es una gran putada". Una gran putada con tres meses de retraso, de preparación que diga. ¡Lo notan, lo sienten, la Huelga está presente! Una huelga que convocan otros tipos -estos no se repeinan, tienen que guardar ciertas apariencias-, unos que no se creen ya nada de lo que dicen porque cuando se lo creen les salen perlas como las anteriores. O como esa otra de que el PP no nos sacará de la crisis: ¿y quién lo hará? ¿Y a qué se refieren? A la derrota cultural que nos infligieron sus padres de despacho, esa en la que ellos ahondan con unos cuantos años de conciliación, de paz social, de apretarse el cinturón, de mirar para otro lado mientras brindan con aquello de "arriba, abajo, al centro y adentro". O de qué me están hablando. Porque, en parte, me hablan a mí también. Porque sí, porque yo me voy a sumar a la Huelga, a la mía y a la de tantos otros que queremos que no se quede ahí. A los que estamos hartos de tanta desmovilización, de tanta desorganización, de tanto mirar para otro lado también desde el nuestro.
Y lo voy a dejar aquí porque me vuelve a hervir todo. Y porque todo está por hacer y porque ya basta de palabras y porque hay mucho que decir.
Descansen En Paz cúpulas sindicales de mayoritarios sindicatos. Quédense tranquilos, no se muevan, recen, pidan al Dios que quieran. Porque, pase lo que pase el 29 de septiembre -pase lo que pase que parece que va a pasar- ustedes habrán ganado. Ganarán si fracasamos porque era una gran putada pero ustedes lo intentaron. Ganarán si tienen éxito porque era una gran putada y ustedes lo hicieron. Pero siempre habrá alguien que aceche a la sombra, siempre tendremos motivos, siempre seremos muchos y de nosotros dependerá ser muchos más

jueves, 2 de septiembre de 2010

¿sólo palabras?

Pues sí, tal que así empieza este texto. Llevo mucho tiempo a vueltas con estas cuestiones. Tenía otros títulos: algunos igual de contundentes, del tipo "de derrotas y otros menesteres", y otros algo más enigmáticos y apelando a lo emocional que, sin duda, para mí también es político. Se llamaba, y quizá se llamará en otro soporte y para otra ocasión, "Carta a Lucía: yo no quiero este mundo para ti y para los que quieras; tampoco para los que odies y para los que quizá nunca conozcas". Porque sí, porque pensaba en qué regalo hacerle a la niña que crece en el vientre de mi hermana. La que se llamará Lucía. Y se me ocurrió un día que podía intentar algo parecido a lo que me comentó un buen amigo que él, y otros como él, habían hecho para otra niña que iba a ver un mundo que quizá ellos tampoco querían para ella. Decidieron escribirle: darle palabras, emociones, pensamientos, ideas, anhelos, dudas, convencimientos y experiencias. Querían regalarle trozos de vida -de canciones, de sonrisas, de abrazos, de libros- que ella no había visto, ni oído, ni sentido, y que quizá podría hacer suyos, transformarlos, dándoles otra vida. Y en eso que me puse a escribir, pensando en mí tanto como en ella. Haciendo un esfuerzo por legarle no sólo incertezas, rabia o impotencia sino también sueños, quimeras, utopías. Ilusión al fin y al cabo. Unas ganas enormes pero que siento irresistiblemente preñadas de imposibilidades. De saber y conocer nuestro pasado, de ver y oler nuestro presente, de no poder tocar un futuro que va a ser más suyo que mío pero que va a tener más a ver conmigo que con ella. Y en ese punto me siento espectador cuando no consumidor. ¿Pero qué le voy a contar? ¿Qué puedo explicarle? Podría decirle que sentir la injusticia la va a hacer más viva, más despierta, más buena. Especialmente cuando ni siquiera le roce la piel, cuando esté tan lejos como está...

miércoles, 1 de septiembre de 2010

Así, de un tirón

Así, de un tirón, se lo dije una mañana:
- Vamos, levantémonos ya, desperézate, dúchate que yo te espero. No entro contigo, no, que quiero que vayamos juntos a comprar el periódico y a desayunar. Lo leeremos, tomaremos café, medio bocadillo y luego iremos a la playa. Tenemos que aprovechar lo que queda de verano, los últimos rayos de sol, un baño, lento y tranquilo, como disfrutándolo. Y olvidarnos de muchas cosas y pensar que todo es fácil, que todo puede ser fácil hasta que se complique, hasta que nosotros pensemos que se enreda. Ahora no importa, ¿qué importa? Desandemos lo aprendido, volvamos a pronunciar las palabras con todas sus letras, a tocar las formas con sus curvas y aristas, a sentir zumbidos y susurros, a pensar que lo que quizá hoy es proyección mañana será tangible. Vamos a equivocarnos, vamos a conocernos, poro a poro, poco a poco. Cuéntame, dime, pero déjame hablar. Es que me cuesta mucho, es que, a veces, no sé lo que me digo o lo conozco demasiado. Tú no entiendes nada. Es normal, es difícil: poco a poco, poro a poro.

jueves, 26 de agosto de 2010

"Sirla al estado"

"Otro aspecto importante del desarrollo de nuestras iniciativas, sería lo que nosotros llamamos como concepto la 'sirla al estado'. En definitiva, la sirla al estado no es más que nuestra respuesta a lo que se podía llamar por parte de los 'bienpeinaos' la relación con la administración. Nosotros partimos de la necesidad de recuperacíón de los recursos y sobre todo de la capacidad de decisión sobre los mismos. Cuando hablamos de capacidad de decisión no estamos más que poniéndole maquillaje a una cosa que se llama poder o contrapoder. Partimos de la necesidad de recuperación de estos usos y de estas capacidades de decisión, que ahora se atribuye sólo la administración del estado, y también de la gestión de los recursos y de la capacidad de decisión por parte de los mismos ciudadanos, de los propios afectados por la ruptura social (este concepto también es muy fino). Podríamos, en fin, hablar de la explotación y de la opresión de toda la vida, porque estaríamos hablando de lo mismo. Es importante recordar que la sirla al estado no es simplemente apropiarse de los recursos, porque hay gente que en estos momentos se podría confundir con lo que no sería más que una apropiación particular o grupal de los recursos de la administración, cosa que no vamos a criticar pero no tiene nada que ver. Para que esta sirla al estado se pueda realizar, desde nuestra concepción de sirla al estado, tiene que haber un proceso de participación y planificación que lleve a definir cuál es el recurso, la necesidad y la capacidad de decisión necesaria en cada momento por parte de los ciudadanos y las ciudadanas, de la gente afectada por el problema; debe haber un proceso reivindicativo de los recursos, proceso que puede tomar forma reivindicativa de lucha de calle, o que puede tomar forma reivindicativa de lucha administrativa, de lucha cultural, o de lucha social, existen muchas formas en las que toman cuerpo estos procesos reivindicativos, pero en definitiva, tiene que haber un proceso de demanda pública y clara, social y compartida, de la necesidad de administrar por nosotros mismos, por nosotras mismas, estos recursos que en la actualidad o bien son monopolio de la propia administración del estado o, en su versión más moderna y positivista, por las empresas de gestión de servicios". Toni Valero (de la Coordinadora de Kolectivos del Parke), "El Parke, una experiencia comunitaria desde 1985" en Gentes de Baladre, Manolo Sáez y David Muñoz (coords.), Nuestros barrios, nuestras luchas. Experiencias de intervención en barrios periféricos. València / Xàtiva: La Burbuja / Zambra/Baladre, 2008, pp. 61-62

De vecinos y vecinos (III)


Qué, ¿prometía o no prometía? Parece ser que la anterior misiva provocó un envalentonamiento de el/la que escribió esta notita. Por las averiguaciones practicadas nada tiene que ver esta carta con la anterior, aunque nunca se sabe, quizá una conjunción de intereses malévolos y dudosas intenciones en forma de tampones y agua chorreante de lavadoras se han aliado contra los vecinos que habitan los bajos y comparten patio interior con los susodichos/as hacedores de mareas. Seguiremos informando. Desde los barrios premarítimos barceloneses, ojo avizor, cámara en mano, se despide vuestra Debla.

De vecinos y vecinos (II)


Principios de agosto, en el ascensor. Alguna otra copia, también manuscrita, en la entradita, al lado de los buzones, en una columna. Como os podéis imaginar, promete.
Un inciso. ¿Los tampones se tiran por el retrete?

De vecinos y vecinos (I)

Dejadme que os hable de mi casa. Más bien del bloque de pisos donde está ubicado mi hogar. Por lo pronto os diré que es un complejo de pisos con poquita personalidad, no muy bonitos, vamos. Pero vaya, el piso es grande y digo yo que los demás también; deben ser iguales. Tiene unos cuantos pisos, ocho; con cuatro puertas en cada rellano así que somos unos cuantos vecinos. Pero esto no acaba aquí. Mi bloque de pisos está enganchado a otro que es exactamente igual formando una ele y compartiendo, en ese hueco, un gran patio que hasta el verano pasado tenía un par de canastas de baloncesto que sólo podían usar los niños. Y digo niños, porque los que ya empezaban a cambiar la voz y la cara, las que empezaban a usar compresas, tampones y otros utensilios no lo podían utilizar. Cosas de la comunidad. Qué gran palabra! Pero bueno, la cosa es que ahora da igual. Nos hemos pasado un año entero, que se dice pronto pero tiene unos pocos de días, de obras. Otra gran expresión. Unas obras motivadas por las filtraciones de agua al párquing. Pero no os creáis, porque resulta que cuando se inició la discusión entre los vecinos se organizó una fracción, pequeña pero militante, convencida de las bondades y la necesidad de plantar césped en el patio: ¡césped en un patio interior de un bloque del Clot más popular! Telita; teníais que haber visto al grupito este recogiendo firmas para presionar en la asamblea decisoria sobre la reforma en cuestión. Que si no puede ser que los niños jueguen porque resulta que hacen ruido, que no se puede dormir la siesta, que el césped estaría mucho mejor, que no sería tan caro... Telita, pero de la buena. Al final, nada, cordura, sensatez o anda ya, vas a pagar tú la plantación de cuatro hierbas. Pero resulta que ahora, cuando finalizan las obras, sin reposición de canastas, no vaya ser que los niños recuerden que podían jugar ahí abajo. Mejor que se queden en casa con la Play porque se ve que la calle está que pa qué, llena de tipos y tipas con colores de piel raritos, que escuchan música rarita, fuman otras cosas también raritas y, entonces, hacen cosas raritas. Pero luego hablaremos de la música. Ahora estamos de vueltas con las obras. Resulta que el piso este que está pegado está rehabilitando la fachada. Bueno, debe estar colocando balcones con columnas jónico-neogóticas de la Bauhaus de mármol de Carrara porque no veas tú el tiempito que llevan, el polvo que levantan y el ruido que te despierta mañana sí mañana también. Pues nada, a estas que se suman unos fantásticos nuevos vecinos en este bloque. Unos fantásticos vecinos que se pasan gran parte del día y de la noche escuchando música latina a todo trapo. No estoy exagerando. Ahora mismo tengo problemas para escuchar Björk o Mayte Martín, escribir algo inteligible y no dejarme llevar bien por la cumbia, la bachata o la salsa. Porque claro, como son tan populares y conocidas muchas de estas canciones pues pasa ese fenómeno que a mi me vuelve loco: te pones, repentinamente, a seguir el ritmo, a intercalar, así, para adentro, las pocas frases que te sabes, a mover hombros, cadera, culo y pies. Porque claro, como hice un curso de salsa, pues el un, dos, tres sirve para todo y a esto le va de perlas. Pues nada, también un pequeño inciso. Otros inefables días la música es otra: gritos, algún que otro insulto, esas agresiones verbales tan nuestras, tan asumidas, tan normalizadas, tan homófobas, machistas y clasistas. Unos perlacas, vamos. Pero bueno, no todo es ser latin lover en esta comunidad. ¿Les he hablado de otra vecina muy cercana que se dedicaba, cuando el patio era frecuentado por los chavalillos, a vociferar a grito pelado a su niño, para que subiera a comer o a qué se yo? Bueno, aquello era tremendo. Pero es que la tipa despierta TODOS los días laborables/escolares del año al niño de esta manera: berreando como una posesa. Pero vaya, no todo es agresión verbal en esta comunidad. Resulta que tienen un perrito de esos que parece que se vayan a ahogar a cada paso. No ladra, eso no. De hecho, es hasta agradable escuchar el rasgueo de las uñas de sus patitas por todo el piso, escuchar como rasca las puertas y como recibe, en alguna ocasión, el consabido grito que parece ser el santo y seña de esa santa casa. Por otra parte, contamos con otros vecinos -una pareja de cierta edad y cierto carácter- que habitan un poco más allá de este bloque colindante. Pues resulta que el otro día los pillamos in fraganti intentando, casi literalmente, palo de escoba en mano, echar abajo la estructura de andamios que permitía trabajar a los obreros y, gracias no sé si a la política de seguridad laboral de la Administración, protegerse de caídas accidentales y no tanto. Pues así que los gritos, ciertamente ininteligibles de esta pareja de iaios, nos alertaron sobre una nueva aventura fragmentada en la comunidad. Y ahí que veo al hombre rojo como un tomate, vociferando, mientras su mujer -me imagino la relación- empuñaba el arma susodicha y como un ariete lo embestía contra un pobre currante que, según parecía, tampoco respondía. Claro, el tipo estaba paralizado, suficiente tenía con intentar repeler los golpes, agarrar la escoba y cogerse a los andamios. Pero no respondió: ni física ni verbalmente. Imagino que estaría, literalmente, atónito. Y todo vete tú a saber por qué. Ya me dirás tú de qué defendía esa mujer su casa, de qué clase de maldades estamos hablando, qué había hecho ese pobre hombre. Y no es que haya elegido posicionarme al lado del obrero pero vamos, digo yo, que por mucho que hiciera el hombre tampoco es para jugar con su vida, ¿no?

lunes, 19 de julio de 2010

Memoria insumisa

Hoy me acuerdo, como lo hice ayer. No recuerdo cuándo empecé a hacerlo, pero lo hice, en algún momento de mi vida empecé a hacerlo. Algo, alguien me empujó a ello. El vivir en casa, en mi familia, en mi entorno, el asumir formas de hacer y de pensar que me venían dadas pero que pensaba que eran mías. No, no lo eran, me las dieron y hoy lo agradezco. Y las sigo teniendo, las atesoro, las enriquezco, las sigo compartiendo. Quizá son formas de hacer primarias, puede que sea un pensar también simple, algunas fotos desenfocadas, recuerdos aplastados por el miedo, por identidades construidas en el silencio, por sonrisas hechas de luchas, algunas cotidianas y sordas, otras públicas y callejeras. Son historias de emigración las que escuché. Luego lo he sabido. Son historias de muerte las que rondaban en mi casa. Después lo entendí. También, más tarde, me hice una idea de lo que podía ser el hambre y la miseria, el escuchar que, cuando recibían una naranja como regalo de Navidad, eran las mujeres más felices de la Tierra. O que cuando esas otras empezaron a trabajar ya se encontraron con los fusiles de aquellos que tenían de plomo las calaveras. Pero delante, frente a ellos, los brazos caídos de viejas obreras textiles que cerraban sus puños en silencio porque todavía no los podían levantar. También me contaron historias de viajes por pueblos buscando trabajo, buscando el pan para una familia de ocho hijos. O como las monjitas venían en camiones y se llevaban parte de la cosecha de uva o aceituna a cambio de unas estampitas que todavía rezumaban sangre. Y, más aún, como un miliciano catalán se fue a luchar al frente de Aragón y allí conoció a una mujer que acabaría en otras tierras y ya, mucho más tarde, cuando se sintió vencida, muerta de miedo y de cansancio, harta de tantas vejaciones, mascullaba entre dientes algo que no quiero reproducir aquí. Y se tuvieron que ir a otro lugar; eso también lo supe más tarde. Y de ahí salieron luchadores, soñadores que todavía hoy lo hacen aunque sea sólo para sí mismos. Que me dicen no te metas, ten cuidao, vigila... Pero que sonríen cuando les cuento otras historias, más pequeñas, quizá no tan cotidianas pero que también sienten suyas. Que maldicen las injusticias, que se cagan en políticos de todo pelaje, que siguen votando con el corazón, que, pese a las decepciones, siguen sintiendo rabia y la sangre les hierve por todo el cuerpo. Y esa memoria la he hecho mía, la he incorporado a mi columna vertebral. Aunque no sea mía, aunque sólo sea de todos la he hecho mía.

sábado, 17 de julio de 2010

Perdona, ¿el lavabo?

Una pregunta inocente, ¿verdad? Pues sí, eso es lo que yo creo. Porque, en última instancia, aquello que vas a hacer en un lavabo, lo que normalmente se hace en un wáter, es algo simple, obligado muchas veces, necesario y hasta médica y moralmente prescriptible las más. Que no digo yo que no tenga su utilidad para otros menesteres propios de la clandestinidad y la intimidad del mingitorio. Aunque, en esos otros casos -en esas extraordinarias, raras y fantásticas ocasiones-, dependerá muy mucho de la amplitud, ventilación, higiene y comodidad del mismo. Y diría más, hasta del estado de ánimo, del anonimato del local, del barrio, de la ciudad y del país dependerá. Incluso de la compañía. Pero vaya, estábamos en otra historia. Porque fíjense ustedes en la situación que sigue.
Jueves a eso de las tres y media de la tarde. Acabo de comer y me dirijo otra vez a trabajar un poco. Me decido a tomar un café con hielo, propio de ese caluroso día. Y me quedo con un bonito local, con terraza pero también con una barra estupenda que me permite observar la decoración interior del lugar. Ahí me quedo, en la esquinita, junto a la puerta y la máquina del café. Me pido lo que ya dije. Una brizna de azúcar, no mucho que le quita el sabor; un par de hielos, no más, que se agua. Me lío un cigarro y consumo unos dos tercios. Y ahí, en ese preciso instante, después de buscar con la mirada al tipo que limpia vasos, recoge copas, hace cafés y hasta discute con un cliente que, con dos cuentas en la mano, le dice no sé qué, me lanzo. La cuestión, lo pillo, se cruzan nuestras miradas y ésta es la mía: "perdona, ¿el lavabo?". "Arriba, por allí", me dice señalando una sala que se abre a mis espaldas y que acoge a unos cuantos guiris y modernos, a unos cuantos guiris que también son modernos y a unos modernos que quieren parecer guiris. Claro; ahí, los que me conocéis un pelín -sí, ya sé que ésto es un poco complicado pero vaya, qué le vamos a hacer, eso es harina de otro costal- ya sabéis de qué canción me acuerdo. Y entonando la melodía me dirijo a mi objetivo y os diré que con cierta parsimonia porque en ese momento la necesidad no es apremiante, es simplemente rutinaria. Venga va, me digo, voy ahora y luego ya me pongo directamente a lo mío. Pues en esas estamos. Cruzo la sala, me fijo en los platos que pueblan las mesas y en las expresiones que se dibujan sobre los rostros de los comensales. Una cosa os digo: la comida tiene muy buena pinta; pero no he visto por ningún lado una carta con precios. Pues nada, encuentro las escaleritas y ahí que me dispongo a subirlas. Ya estoy arriba: se abre una pequeña estancia y aquí estalla el problema, la absurdidad de la modernidad. ¡Pues no que a la izquierda se ven dos puertas! Dos puertas y, entre ellas, la pica para lavarse las manos. ¡Claro, los lavabos! Venga, vamos allá y ahí la mente, el cerebro, yo qué sé qué es lo que se activa, pero las ganas de mear apretan. Joer, ¿pero cuál es la puerta? Atención: en una hay dibujada una percha o algo que se le parece a una percha. Y en la otra una especie de silueta que recuerda a una persona sentada en un escritorio. ¿Pero esto qué es? Ahí la cantinela de antes ya se me había ido. Miro al frente y observo una pequeña ventanita que se asoma al local y, más allá, a la terraza y veo a los que antes consumían conmigo, que no me miran pero que seguro que ya han iniciado sus apuestas, "quince a uno porque elegirá la percha". Otros quizá rezan a dioses extravagantes, otros encomiendan mi suerte a su elección, otros deciden asociar mi opción a su valentía. Se dicen, "va, si el tío acierta, si se atreve, si no se mea en la pica, le envío ese mensajito". O, "que sí, que tú puedes, que hoy la dejo, que no puedo más, que esto no es amor, es una obsesión". Y dale con otra canción. Joder, joder, que me meo. Pues nada, si será lo mismo, ¿no? Porque a ver una cosa, yo soy un tipo limpio. Yo me considero de aquellos que pueden entrar, indistintamente, a aquellos lavabos que pintan una mujer o un hombre. Por eso, porque soy limpito, discretito, no hago mucho ruido, utilizo el papel, levanto la tapita que hay sobre la primera, y ésta también, claro. Pero elijo yo, no una percha o un secretario, no me obliga mi aparato excretor. En esas que me lanzo a la percha. Cerrado. Ay, ay, esto pinta mal. Venga, al secretario. ¡¡¡Cerrado!!! Pero, qué pasa, que está todo el local metido en los baños o qué. Qué pasa, que se han mezclado, se han juntado, revuelto y mezclado para entrar en los lavabos. Porque digo yo que no habrán acertado así como así. Igualmente, ya me dirás tú cómo sabes que has acertado. Porque habrá tazas en los dos, ¿no? Bueno, si hay meadero vertical no hay duda. ¿O sí? Porque aquí está la cosa. Y ya está liada, aquí ya la hemos cagado. No, no, que no es que me lo haya echo encima. Pero si ya dije que iba a mear. No, claro, ha pasado mucho tiempo. Pues no, no te creas, todo esto pasó en nada, en apenas un minuto. Pero, eso, a lo que iba. Ahí ya me pongo a darle vueltas a la cabeza, a las normatividades, a los roles, a los compartimentos estancos, a lo que cada cual sabe que tiene que hacer, a lo que debe decir, lo que no tiene que discutir, al lavabo que tiene que elegir. Pero claro, los modernos no ponen cartelitos claros, rotundos, irrefutables. Se divierten, juegan con tipos como yo, los que sonríen cuando no entienden o disimulan o, peor aún, se hacen como que sí. Pues nada, a estas que me giro, pensando ya en cómo iba a contar todo esto, que tengo que encontrar alguna publicación sobre el tema, encontrar un colectivo donde debatir estas cuestiones, una terapia de grupo, yo qué sé. Que si habrá de declarar el rh, la opción sexual, las perversiones políticas y hasta el lugar por donde meas para hacer lo propio. Y, nada, que cuando me giro me encuentro, luminoso, diáfano, hasta bonito, un lavabo, una taza con su papelico y todo, su puerta, su luz. Y no será todo más fácil, entonces. Y a estas que cuando ya me repongo en mi taburete, extasiado por el placer del chorro de orín que pude evacuar, levanto mi vista y veo a uno de esos modernos-guiris, guiris-modernos que ha caído en la misma trampa, que aporrea la percha y el secretario quizá presuroso por otra necesidad más contundente. 300 a 1 a que se caga en Dios, en la heteronormatividad, en el patriarcado, en el capitalismo, en los nacionalismos, en la Barcelona "on tot hi cap però no tot s'hi val".

No te metas en quereles porque se pasan muchas fatigas

Eso mismo pienso yo. Pues eso, porque sí, porque es muy complicado, porque se hace difícil. Te pones raro, hueles diferente, tu cara adquiere otras facciones, proyectas, piensas en viajes, en tu vida, en la de otros, en cómo será esto o aquello. Comparas, ¡ay cuando comparas! Piensas, sientes, ríes, miras y vuelves a pensar. Te cuentas cosas y las compartes, a cada uno una historia diferente. Una especie de extraño mecanismo de autoconvencimiento, diría también de empoderamiento. ¡Ay, escuchas unas palabras también que pa qué! Como queriendo saber cuál de esos relatos es el de verdad, el que más se ajusta a la realidad, el que te define, el que describe ese preciso instante que alumbra los sujetos, los verbos y los predicados. Y los complementos, porque será que no hay complementos, añadidos y condicionantes: los de tiempo, los de lugar, los de modo, los directos y los indirectos; ¿me dejo alguno? Y que no, que a vueltas con la cantinela, el déjate llevar, el venga va, prueba y luego, ya si eso, pues vemos qué, cuándo, cómo, dónde, con quién... Y te analizas, y te piensas, y rememoras situaciones, las más cercanas, las que todavía rezuman de la piel, pero también otras, las que sangran del pecho, las que se adhirieron a golpe de experiencia, de vida y de años. Cada una con un nombre, con un espacio y un tiempo diferentes. Y todas las llevas encima porque quizá no supiste depositarlas, dejar que se asentaran tranquila y mansamente y ya vuelves a tirar nueva arena sobre un mar bravo pero que sigue estancado, que hierve en su quietud, que se remueve y levanta objetos escondidos que pesaban tanto que no se elevaban a la superficie. Pero ya brillan otros cristales, otras piedras, minerales de otros colores y sabores. Y ya todo quiere dar igual y ya todo no quiere importar demasiado y ya todo quiere otra vez, ¿te acuerdas de la anterior?, ¿te importa esa última ocasión?, otra vez, de nuevo, venga va...
Pero luego viene cuando politizas: que si autonomía, que si será libre y abierta, que si hablamos de compañeros, que yo no quiero relaciones de poder, ritmos desiguales, responsabilidades dispares, que si honestidad, que si no hace falta nada de eso. Que sí, que ya se verá. Y, quizá partiendo del privilegio de la libertad o del hastío de la soledad, descubres a otros que tienen relaciones de mierda, normativas, injustas, insulsas, movidas por la inercia y por lo que debe ser, por los roles que ya están marcados de antemano, por la presión social, por la necesidad de autorreconocimiento en otros. Y que, claro, cómo podría ser de otra manera, tú también tuviste. Descubres la complejidad de las relaciones humanas, planteas análisis fáciles, contundentes, obvios, aquello que no te pasará a ti porque, desde la barrera, lo ves tan y tan claro, como no lo viste en su momento cuando estabas con arena hasta los ojos.

Si som nosaltres

El maig de 1975 un informe policial relatava com prop de 800 persones es manifestaven a Badalona contra la construcció d’un port esportiu entonant uns versos que resseguien la melodia del popular “no serem moguts”:

“No, no, no lo construirán / ni con la fuerza de la represión / no lo construirán / El puerto es para los ricos / Lo pagará el obrero / Queremos más escuelas / Queremos más hospitales / Queremos más zonas verdes / No más atropellos”.

Un any abans, la revista veïnal Can Oriach expressava la voluntat popular sabadellenca amb una explícita sentència: “no sólo una ciudad para trabajar, sino también una ciudad para vivir”.

El Pla Popular de la Verneda Alta, presentat el 1978 com una veritable contraproposta als projectes urbanístics d’un franquisme agonitzant, també era rotund en manifestar la necessitat que “plantejar una política oposada, en funció dels nostres interessos, oposats als seus, és l’única manera de satisfer-los”.

De la mateixa manera que el 1976 altres veïns i veïnes assumien que havien de lluitar “per fer un Guinardó digne, aturant la degradació, salvant-lo de la destrucció capitalista”.

Perquè el que també sabien els veïns dels Nou Barris aquest mateix any era que:

“la especulación dio dinero a las inmobiliarias capitalistas y nos lo quitó a los trabajadores; (…) robó del barrio solares destinados a zona verde, todo ello con la colaboración del Ayuntamiento.”

Però, en última instància, què era allò que sabien els veïns i veïnes organitzats? Què assumien amb totes les seves conseqüències aquells que prengueren els carrers i les places els últims anys de la dictadura, aquells que n’impediren la seva continuïtat, aquells que somiaren amb una altra ciutat, amb uns altres barris, amb una altra societat?

El cartell d’un acte veïnal celebrat el 1975 a Girona ens ofereix una pista: “ni tú ni yo somos nadie si tú y yo no somos nosotros”.

Però un altre lema em ve al cap quan penso la ciutat que m’ha tocat viure, no aquella que volgueren transformar aquests homes i dones que sabien perfectament qui eren i que volien sinó aquella altra que es presenta orgullosa i moderna com la “millor botiga del món”. La mateixa que es permet exportar un model propi d’urbanisme, una marca registrada que ens contempla com a simples consumidors de fòrums culturals, espectadors d’esports olímpics d’hivern, clients d’un hotel a primera línia de costa, veïns cívics, uniformitzats, multats, colpejats, desallotjats. Aquesta, la mateixa que ara, precisament ara que es puja al tren de l’alta velocitat, se n’adona de l’existència d’un petit barri anomenat el Bon Pastor que ha donat nom a una nova parada de metro. Potser dependrà de nosaltres, de que nosaltres siguem nosaltres i no d’una suma d’un tu i d’un jo que començarà a pensar en una parada de metro que va donar nom a un barri.

domingo, 11 de julio de 2010

Para Xavi

Xavi, lo que tú piensas también lo he pensado yo. Quizá entonces la diferencia, si queremos buscarla, está en otro lugar, quizá el verbo sería otro, quizá entonces lo complicaríamos más intentando hacerlo más inteligible. Quizá entonces debería decir(te) que lo que ocurre es que no lo siento, que no lo siento así, que no lo siento mío, que no lo puedo hacer mío porque no me siento partícipe. O quizá todo es miedo o cobardía. Puede ser que no quiera enfrentarme a estas cuestiones de una forma honesta y decidida, así como intento hacer con todo aquello que me rodea. Quizá en este punto me he dejado vencer antes de emprender una batalla que es, en primer lugar, personal, emocional, íntima, mía. Quizá es que soy cómplice. Entonces, ¿debería elegir? Entre qué, para qué. Quizá, entonces, es que me siento bien -ahora sí- instalado en la esquizofrenia, en la no adscripción, en la oposición, en la contradicción, en la duda: en el anti-todo pero haciendo nada. ¿Pero es que debo hacer algo al respecto? Porque, efectivamente, como tú dices, no estamos frente a un mundo que se acaba: son otros los mundos que se acaban, precisamente los que estuvimos a punto de tocar, los que hemos soñado, por los que tantos y tantas lucharon, rieron, festejaron, cantaron, sangraron, cayeron. No, Xavi, es otra la derrota cultural que estamos sufriendo -y claro, lo sabes bien porque, en parte, lo he aprendido de ti-, son otros los campos de batalla. No creo que éstos necesiten de senyeres o de rojigualdas, reconociéndote, por otra parte, que estoy seguro que me encontraría de lado y no de frente las primeras, en otras manos y no en las mías las segundas. En esa batalla sí me encontrarás, ojalá pueda librarla con gente como tú. Ayer no podía, no quería. Pero ay, fíjate, escúchame ahora que te quiero hablar bajito y con complicidad: clandestinamente seguía esa manifestación televisiva, televisada. Clandestinamente se me abrieron los ojos al ver a mucha gente que seguro estarían a mi lado en otras ocasiones, clandestinamente me alegraba al ver a aquellos que no querían ceder el protagonismo a los mediáticos. Pero no, Xavi, no me eché en falta ayer en la manifestación, como tampoco me voy a echar en falta hoy en unas hipotéticas celebraciones que nada tendrán de futboleras (¿o sí?) y mucho tendrán de politiqueras y alas darán a los fascistas, a los españolistas, a esos mismos que, de otro ropaje y otra guisa, con otro acento pero quizá con unas mismas referencias culturales que algunos de los que ayer asistían a la mani.
No sé Xavi, no lo sé. Quizá todavía no estoy vencido, quizá es maravilloso que siga contradictorio, encontrado, dudoso, miedoso, alegre y combativo como tanto me gusta decir y decirme. Y nos veremos en Mallorca y reiremos y discutiremos y volveremos a estar en un sitio que es tan cercano que por eso, a veces, necesitamos alejar los ojos para poder enfocar la vista. Un abrazo,
Ivan

sábado, 10 de julio de 2010

Yo no soy de esta tierra ni conozco a nadie

Comienza una siguiriya con estas palabras: "yo no soy de esta tierra ni conozco a nadie". Y así me siento un poco, así me defino hoy, ayer, quizá mañana, eso escuchaba ayer de la voz del gran Enrique Morente y del rasgueo de otro grande como Sabicas. Precisamente en el mismo momento que comenzaba a andar una inmensa riada humana que nutrió la gran manifestación que ayer tarde recorrió el centro de Barcelona. Honestamente me digo que no, que ésta no es mi manifestación, que nunca sentiría como mía una movilización colectiva que -en el estado actual de cosas, ni una coma fue movida del guión, no lo olvidemos- fuera teledirigida por grandes medios de comunicación, anunciada, inspirada, retransmitida en directo por la televisión pública, defendida, sostenida, vanagloriada por El Periódico o l'Avui, encabezada por, entre otros, aquellos que han marcado la agenda política de los últimos años, los que nos han impuesto esta democracia de baja intensidad, los que desactivaron los movimientos sociales transformadores, los discursos emancipadores, los proyectos de vida diferentes, por los que nos siguen desalojando centros sociales, por los que dirigen a los que nos golpean en las calles, los que detienen, concentran y deportan a inmigrantes, por los que nos han impuesto la factura de ésta y de las futuras crisis que nos vengan, por los que nos convocan a una huelga general en la que no creen, los que especulan con nuestras vidas, los que convierten nuestras ciudades en grandes escaparates uniformados y uniformizados, los del Hotel Vela, los del Palau de la Música, los de los Juegos Olímpicos de Invierno, los que hablan de privatizar la educación, el copago sanitario, los que imponen recortes sociales, los que quieren ser ministros, los homófobos, los integristas católicos, los que nos niegan la memoria, los que la legislan... Y claro, habían muchos otros, estaban muchos más, gente a la que quiero, a la que respeto, a los que considero compañeros de viaje, con los que puedo compartir sueños, proyectos, ideas, lado de trinchera, con los que he gritado, con los que me he indignado y he llorado. Pero no, amigos, compañeros, amantes, esta no es mi manifestación: os digo, me digo, con muchas contradicciones, preso de la esquizofrenia y los sentimientos enfrentados "yo no soy de esta tierra ni conozco a nadie". El nivel de hartazgo es alto, no puedo más, basta ya de banderas, de trapos, de mercadear conceptos e ideas: basta de rojas, azules, basta de Mundial de fútbol, basta de fascistas, de esencias, de dignidades nacionales, de tribunales caducados. Tampoc sóc d'eixe món.

domingo, 4 de julio de 2010

La Roja o la Azul

Sudáfrica, año 2010. Se está celebrando el Mundial de Fútbol. Se habla de las vuvuzelas, de las novias de los porteros, de un sueño cercano, de romper maleficios, gafes, injusticias, de un pueblo alzado, de una nación en movimiento, de una piña, de normalidad patria. ¿Pero es éste un país normal?, ¿es un país, una nación, un estado, un mojón? ¿Qué se supone que es el fútbol?, ¿expresión cultural, deporte sin más, burda excusa para lo que cada cual quiera, divertimento, frustración, emocionalidad clandestina, sentimientos encontrados, desafuero nacional, exabrupto made in Spain? Porque digo yo que no es normal que cuando oiga eso de la roja me venga a la mente que, teniendo en cuenta la bandera rojigualda que veo que luce en las gradas, en algunos balcones, en algunas camisetas, en el inicio de los partidos, en realidad, no sé si sería mejor hablar de la Azul, porque azul había sido el color de esta selección, porque azules, fríos, húmedos, oscuros, monocromos, violentos, brutales fueron cada uno de los más de 40 años de dictadura fascista, de los casi 500 meses de régimen fascista, de los casi 14.500 días de dictadura de clase. Porque de esos lodos vienen estos barros, porque fue un pueblo alzado, una nación en movimiento, una patria la que se levantó en aquel verano del 36 la que en noviembre de 1937 organizaba uno de los primeros partidos internacionales de la Nueva España contra, claro está, otra Nueva Nación en movimiento de esa Nueva Europa que articulaba un Nuevo Orden Mundial que se cagó en la madre que parió a un negro que corría como Dios y que se llamaba Jesse Owens, el mismo tipo que, cuando volvió a su amado país de la libertad, no dejó de ser otro negro de mierda con unas cuantas medallas de oro que relucían frente a las roñosas cadenas de los otros negros que poblaban aquella, también, Gran Nación. Pero hablaba de deporte, perdón, digo de fútbol. Contra Portugal se enfrentó España -media, un tercio, un trozo, ¿la que de verdad es?-, contra la de Oliveira Salazar, contra la dictadura hermana, hermana mayor, por eso, que ya llevaban los portugueses un tiempito en estas cosas. Y de rebote los angoleños, los de Cabo Verde, los de Guinea… ¿Porque digo yo que aquí también se hablaba de África, no?

Ahí perdió España, ¿la de quién?

Ahí ganó Portugal, ¿de quién era?

Y el otro día, a vueltas con lo mismo, ¿o es que no tiene nada que ver? España contra Portugal.

Ah, pero es que no iban de azul, iban de rojo. ¡Ay, historiador, historiador! ¡Que ya ha llovido mucho!

¿Y el himno? ¿Y contra Chile y, ayer, contra Paraguay, no iban de azul?

Pero son colores sin más.

Claro, como los de la bandera, que tiene sólo dos y no lleva tres. Y los colores y los trapos y las expresiones colectivas reflejadas en colores no son nada, ¿o sí?

Y todo esto, se preguntarán, a qué viene. Pero vaya, me da un poco lo mismo que se lo pregunten, porque soy yo quien me lo pregunto, aunque no sé si somos muchos que nos cuestionamos estas cosas y tengo curiosidad, la verdad. Porque pienso que quizá no es del todo normal que no quiera ver un partido de la selección en un bar, porque no me voy a sentir bien festejando un gol de Villa –que los marca todos el tío– al lado de unos tipos que sí, que llevarán una camiseta roja pero, en el lado del corazón tendrán un escudo Regio y llevarán capas, pareos, mantas de perro, camisolas, calcetines, marcapasos, cintas para el pelo, peinetas y demás merchandising con sólo dos colores. Que no digo yo que así en abstracto sean colores feos pero que juntos a mí, que quieren que les diga, pues me dan grimilla y repelús. Y digo yo que tampoco es normal que yo proclame a los cuatro vientos que no, que España –¿mande?– no debe ganar este mundial porque políticamente es una putada con la de mierda que nos está cayendo y nos estamos comiendo sin echarle ni sal, ni aceite ni mojarla al menos con un poquito de pan. Pero es que no juegan mal, aunque también piense que en la fase previa jugaron mejor y que en Sudáfrica todavía les falta un hervor. Y que bueno, que si eso, que sea el próximo partido el que pierdan y no el que en seguida voy a ver. Joder, pero es que se acaba el Mundial y con él los partidos. Y estos tipos se han metido ya en semis y Camacho sigue inflamado y ya lo tendrán que atar a la cabina de reporteros para que no siga ascendiendo como un globo de estos que sube al cielo y acaba tapándonos el sol y el juicio. Y, ostias, cuando marcan, pues grito eso de GOOOOOOOOL! Y cuando no pitan un penalti me cabreo con el árbitro y me cago en Del Bosque porque sigue alineando de primeras a Torres y le pido que saque a Navas en la segunda parte y…

Y qué hago, ¿cuelgo la tricolor cuando –si es que pasa– la Azul gane el Mundial?

Y lo que más me inquieta: ¿si la oficial fuese la tricolor y el símbolo patrio una señora agarrando el pelo a un león y mostrando uno de los pechos, colgaría algún trapo?, ¿estaría escribiendo estas chorradas?

Pues nada, lo acabo de decidir. Me dedico al Tour y luego, ya si eso, pues pondré la tele el 7 de julio a eso de las 8 y poco para ver qué echan en Telecinco.

sábado, 3 de julio de 2010

Historia del burka y la policía autónoma [autonómica] vasca

Era un día caluroso, de verano recién llegado, de solar violencia y repentina sensación de ahogo, de humedad mezclada con los gases contaminantes de una ciudad-escaparate. En un parque anónimo, cementeado, con los alcorques -que todo el mundo sabe que también son "chanclos de suela de corcho"- de los árboles repletos de mierda o de cemento o de corcho o de qué se yo qué cosas inventan nuestras autoridades municipales a través de empresas subcontratadas que subcontratan ETT's que subcontratan trabajadores para que se caguen en todos los muertos de los inmigrantes que no han perecido en el estrecho; bueno, allí mismo, en un banco se encuentran dos viejos amigos y se produce la conversación que sigue:
- Oye, ¿has visto que la ertzaintza lleva burka?
- ¿Cómo que lleva burka?
- Sí, sí, el otro día me lo dijo un colega y esta misma mañana lo hablé con mi madre. Que sí, hombre, que llevan burka, que se tapan.
- Pero qué me dices, qué me estás contando?
- Sí, sí, lo que yo te diga. Se tapan la cara y sólo se les ve los ojos.
- Joder, pues claro.
- Pues eso.
- Pero hombre, es para que no los identifiquen.
- Pues eso, que llevan burka y no se les distinguen las facciones.
- ¿Como las mujeres musulmanas?
- Como las mujeres musulmanas.
- Pero no es lo mismo.
- ¿Cómo que no es lo mismo?
- Pues no, porque éstos lo hacen para defender su integridad personal.
- Claro, como las mujeres musulmanas.
- ¿Como las mujeres musulmanas?
- Claro, como las mujeres musulmanas. Para defender su integridad personal del machismo imperante de sus sociedades de origen y de las sociedades receptoras. Pa que no las mate el marido, vamos. Pa que no las golpeen, las vejen, las insulten...
- ¿Como a los ertzaintzas?
- ¿Como a los ertzaintzas?
- Pues sí.
- Pues no.
- ¿Por qué?
- Pues porque estos llevan pistolas, placas, esposas, porras, Estado, Comunidad Autónoma, Consejería de Interior, impunidad, respeto, apoyo social, sindicatos, prensa...
- Pues eso, si al final tenía razón. Entonces no es lo mismo.
- Pues es verdad, no es lo mismo.

[Pd. Antes de producirse esta insólita reunión, esta normal conversación, antes incluso de que hiciera calor y de que apareciera en el Universo el mismo sol ambos colegas condenaron, preceptivamente, el terrorismo, todo tipo de violencia, la sopa de tomate que se hace pasar por gazpacho, las huelgas salvajes y los recortes estatutarios]

lunes, 14 de junio de 2010

seguidora?

Vaya, ¿qué sorpresa? Parece ser que este que es mi blog tiene una seguidora. Y no soy yo quien aventuro su identidad sexual, sólo me dejo llevar por esas pesadas herencias culturales -que pa qué cuestionarlas, ¿verdad?, si estamos hablando de lo que es normal, porque así fue toda la vida de Dios- que hacen que al ver una a finalizando un nombre propio, pues de una mujer sin duda estamos hablando. Pero, ¿y si no es eso?. Porque a ver, digo yo que si alguien ve el nombre con el que firmo también pensará lo mismo y sólo yo sabré lo equivocado, o equivocada, que está. Porque sin duda -uy, a lo mejor sí hay duda- soy un hombre. ¿Pero es por mis atributos físicos que lo soy, es por el rol que adopto, por la educación que recibí, por mi (des)orientación sexual? El otro día hablaba con una amiga y resulta que me comentaba sobre otra madre -resulta que ella también lo es- que le negaba a su hijo varón -creo que tenía muy pocos años- jugar con juguetes rosas o con cualquier cosa que fuera de ese color. ¡Atención! ¡¡¡Ya no es que discutamos los juguetes que se fabrican, venden, imponen a los niños y niñas de este fantástico primer mundo, sino que todavía estamos a vueltas con el azul para el niño y el rosa para la niña!!!

señales?

Ostias, ¿no se fijaron? Todas las entradas corresponden a un día 14. La primera del 14 de abril, lo que no es inocente y que, por otra parte, tiene una carga simbólica bastante potente. Por el día que fue y por aquello de iniciar ese día un blog por aburrimiento. Pero vaya, ahora estaba en eso de los días 14. La segunda entrada (y la tercera, que será ésta) corresponde a otro 14, esta vez de junio, exactamente dos meses después. ¿Significa algo eso? A mí, sinceramente, me da un poco igual. Total, esto va de discursos autorreferenciales, de escucharse uno a sí mismo para no sé qué hacer. Bueno, supongo que para ahorrarse los cuartos en terapias de grupo, libros de autoayuda o quien sabe qué otras horribles experiencias al uso. Bueno, que yo me iba. Hasta más ver...

febrilmente

Fíjense, ahora me acuerdo otra vez que tenía un blog. Bueno, eso es mucho decir. En un momento de cierto aburrimiento lo creé, ahí se quedó y ahí sigue. Hasta ahora, que he vuelto a recordar su existencia. ¿Aburrimiento otra vez? Pues no, esta vez es la fiebre, ese estado soñoliento y de cansancio generalizado que provoca. ¿Qué?, ¿qué querían algo más?, ¿algún sesudo comentario, una lúcida reflexión, un exabrupto divertido...? Pues no, ahora no hay tiempo. ¿Pero es que no ven la hora que es? Ya, si eso, otro día

miércoles, 14 de abril de 2010

consejos de lectura

Más que consejos, lo que sigue son advertencias, ciertas precauciones que quisiera compartir con aquellos que topen con este blog. Lo cierto es que debo reconocer mi ignorancia con respecto a la ofimática más elemental. Fíjense que he tenido que consultar la palabreja en el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española -no tengo a mano el teléfono de ninguno de sus miembros; fui atacado en plena calle y no pude salvar mi móvil aunque sí mi dignidad personal de consumidor al hacerme con otro aparato táctil de última generación, por aquello de aparentar- y aún así no las tengo todas conmigo. Me refiero a la adecuación del concepto para lo que en estos instantes estoy haciendo. Por lo demás, éste es un acto consecuencia del más puro y absoluto aburrimiento. Sinceramente, no tenía nada que hacer o, mejor dicho, no tenía ningunas ganas de pensar en hacer algo que me hiciera superar el tedio o el fastidio de iniciar algo que sabía perfectamente que no acabaría. Por lo demás tampoco tengo ningún interés en contarles nada de mi vida privada y cotidiana, ni siquiera de mis pensamientos más íntimos o mis perversiones sexuales, intelectuales o políticas. Lo cierto es que sí voy a hacerlo: unos treinta minutos antes de iniciar esta inesperada incursión en internet estaba cerrando la última página de Plataforma, de Michel Houellebecq, y supongo que la doble sensación de satisfacción y horror por este buen libro me han llevado a tal locura. Nada más, mi cabeza y mis sentidos perciben algo que hacer. Otra vez será, otro día continuaré