"desea el hombre una cosa, le parece un mundo,
luego que lo consigue, tan sólo es humo"

domingo, 4 de julio de 2010

La Roja o la Azul

Sudáfrica, año 2010. Se está celebrando el Mundial de Fútbol. Se habla de las vuvuzelas, de las novias de los porteros, de un sueño cercano, de romper maleficios, gafes, injusticias, de un pueblo alzado, de una nación en movimiento, de una piña, de normalidad patria. ¿Pero es éste un país normal?, ¿es un país, una nación, un estado, un mojón? ¿Qué se supone que es el fútbol?, ¿expresión cultural, deporte sin más, burda excusa para lo que cada cual quiera, divertimento, frustración, emocionalidad clandestina, sentimientos encontrados, desafuero nacional, exabrupto made in Spain? Porque digo yo que no es normal que cuando oiga eso de la roja me venga a la mente que, teniendo en cuenta la bandera rojigualda que veo que luce en las gradas, en algunos balcones, en algunas camisetas, en el inicio de los partidos, en realidad, no sé si sería mejor hablar de la Azul, porque azul había sido el color de esta selección, porque azules, fríos, húmedos, oscuros, monocromos, violentos, brutales fueron cada uno de los más de 40 años de dictadura fascista, de los casi 500 meses de régimen fascista, de los casi 14.500 días de dictadura de clase. Porque de esos lodos vienen estos barros, porque fue un pueblo alzado, una nación en movimiento, una patria la que se levantó en aquel verano del 36 la que en noviembre de 1937 organizaba uno de los primeros partidos internacionales de la Nueva España contra, claro está, otra Nueva Nación en movimiento de esa Nueva Europa que articulaba un Nuevo Orden Mundial que se cagó en la madre que parió a un negro que corría como Dios y que se llamaba Jesse Owens, el mismo tipo que, cuando volvió a su amado país de la libertad, no dejó de ser otro negro de mierda con unas cuantas medallas de oro que relucían frente a las roñosas cadenas de los otros negros que poblaban aquella, también, Gran Nación. Pero hablaba de deporte, perdón, digo de fútbol. Contra Portugal se enfrentó España -media, un tercio, un trozo, ¿la que de verdad es?-, contra la de Oliveira Salazar, contra la dictadura hermana, hermana mayor, por eso, que ya llevaban los portugueses un tiempito en estas cosas. Y de rebote los angoleños, los de Cabo Verde, los de Guinea… ¿Porque digo yo que aquí también se hablaba de África, no?

Ahí perdió España, ¿la de quién?

Ahí ganó Portugal, ¿de quién era?

Y el otro día, a vueltas con lo mismo, ¿o es que no tiene nada que ver? España contra Portugal.

Ah, pero es que no iban de azul, iban de rojo. ¡Ay, historiador, historiador! ¡Que ya ha llovido mucho!

¿Y el himno? ¿Y contra Chile y, ayer, contra Paraguay, no iban de azul?

Pero son colores sin más.

Claro, como los de la bandera, que tiene sólo dos y no lleva tres. Y los colores y los trapos y las expresiones colectivas reflejadas en colores no son nada, ¿o sí?

Y todo esto, se preguntarán, a qué viene. Pero vaya, me da un poco lo mismo que se lo pregunten, porque soy yo quien me lo pregunto, aunque no sé si somos muchos que nos cuestionamos estas cosas y tengo curiosidad, la verdad. Porque pienso que quizá no es del todo normal que no quiera ver un partido de la selección en un bar, porque no me voy a sentir bien festejando un gol de Villa –que los marca todos el tío– al lado de unos tipos que sí, que llevarán una camiseta roja pero, en el lado del corazón tendrán un escudo Regio y llevarán capas, pareos, mantas de perro, camisolas, calcetines, marcapasos, cintas para el pelo, peinetas y demás merchandising con sólo dos colores. Que no digo yo que así en abstracto sean colores feos pero que juntos a mí, que quieren que les diga, pues me dan grimilla y repelús. Y digo yo que tampoco es normal que yo proclame a los cuatro vientos que no, que España –¿mande?– no debe ganar este mundial porque políticamente es una putada con la de mierda que nos está cayendo y nos estamos comiendo sin echarle ni sal, ni aceite ni mojarla al menos con un poquito de pan. Pero es que no juegan mal, aunque también piense que en la fase previa jugaron mejor y que en Sudáfrica todavía les falta un hervor. Y que bueno, que si eso, que sea el próximo partido el que pierdan y no el que en seguida voy a ver. Joder, pero es que se acaba el Mundial y con él los partidos. Y estos tipos se han metido ya en semis y Camacho sigue inflamado y ya lo tendrán que atar a la cabina de reporteros para que no siga ascendiendo como un globo de estos que sube al cielo y acaba tapándonos el sol y el juicio. Y, ostias, cuando marcan, pues grito eso de GOOOOOOOOL! Y cuando no pitan un penalti me cabreo con el árbitro y me cago en Del Bosque porque sigue alineando de primeras a Torres y le pido que saque a Navas en la segunda parte y…

Y qué hago, ¿cuelgo la tricolor cuando –si es que pasa– la Azul gane el Mundial?

Y lo que más me inquieta: ¿si la oficial fuese la tricolor y el símbolo patrio una señora agarrando el pelo a un león y mostrando uno de los pechos, colgaría algún trapo?, ¿estaría escribiendo estas chorradas?

Pues nada, lo acabo de decidir. Me dedico al Tour y luego, ya si eso, pues pondré la tele el 7 de julio a eso de las 8 y poco para ver qué echan en Telecinco.

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