"desea el hombre una cosa, le parece un mundo,
luego que lo consigue, tan sólo es humo"

sábado, 11 de septiembre de 2010

Juguetes rotos

Se nos rompió el amor de tanto usarlo. Quizá este podría haber sido el título de esta entrada. En todo caso, déjenme que les explique un cuento, que se lo cuente por el final, al revés y del revés, con la piel por dentro y el corazón por fuera, en las manos. Hablará la sangre, la que me hierve; la rabia, esa que me mantiene despierto, casi al límite del hartazgo. Que poco aguante tengo, al fin y al cabo. Es verdad, eso es cierto, yo no pasé una guerra, ni una posguerra ni una dictadura de cuarenta años que si los dices todos juntos, seguidos y en orden, parecen lo que fueron: muchos, demasiados, implacables. Tampoco viví los años del cambio político, no, no. Sólo los investigo, a ratos y a trozos. Y ahí vuelve a revolvérseme todo.
Porque, ¿saben? Yo tampoco he vivido conscientemente tantas huelgas generales. En realidad sólo la última, la del "decretazo", aquella que un tipo repeinado -Pío Cabanillas se llamaba- dijo que no existía porque él había podido comprar el periódico. Pero claro, es que ahora que me toca vivir otra, resulta que "es una gran putada". Una gran putada con tres meses de retraso, de preparación que diga. ¡Lo notan, lo sienten, la Huelga está presente! Una huelga que convocan otros tipos -estos no se repeinan, tienen que guardar ciertas apariencias-, unos que no se creen ya nada de lo que dicen porque cuando se lo creen les salen perlas como las anteriores. O como esa otra de que el PP no nos sacará de la crisis: ¿y quién lo hará? ¿Y a qué se refieren? A la derrota cultural que nos infligieron sus padres de despacho, esa en la que ellos ahondan con unos cuantos años de conciliación, de paz social, de apretarse el cinturón, de mirar para otro lado mientras brindan con aquello de "arriba, abajo, al centro y adentro". O de qué me están hablando. Porque, en parte, me hablan a mí también. Porque sí, porque yo me voy a sumar a la Huelga, a la mía y a la de tantos otros que queremos que no se quede ahí. A los que estamos hartos de tanta desmovilización, de tanta desorganización, de tanto mirar para otro lado también desde el nuestro.
Y lo voy a dejar aquí porque me vuelve a hervir todo. Y porque todo está por hacer y porque ya basta de palabras y porque hay mucho que decir.
Descansen En Paz cúpulas sindicales de mayoritarios sindicatos. Quédense tranquilos, no se muevan, recen, pidan al Dios que quieran. Porque, pase lo que pase el 29 de septiembre -pase lo que pase que parece que va a pasar- ustedes habrán ganado. Ganarán si fracasamos porque era una gran putada pero ustedes lo intentaron. Ganarán si tienen éxito porque era una gran putada y ustedes lo hicieron. Pero siempre habrá alguien que aceche a la sombra, siempre tendremos motivos, siempre seremos muchos y de nosotros dependerá ser muchos más

jueves, 2 de septiembre de 2010

¿sólo palabras?

Pues sí, tal que así empieza este texto. Llevo mucho tiempo a vueltas con estas cuestiones. Tenía otros títulos: algunos igual de contundentes, del tipo "de derrotas y otros menesteres", y otros algo más enigmáticos y apelando a lo emocional que, sin duda, para mí también es político. Se llamaba, y quizá se llamará en otro soporte y para otra ocasión, "Carta a Lucía: yo no quiero este mundo para ti y para los que quieras; tampoco para los que odies y para los que quizá nunca conozcas". Porque sí, porque pensaba en qué regalo hacerle a la niña que crece en el vientre de mi hermana. La que se llamará Lucía. Y se me ocurrió un día que podía intentar algo parecido a lo que me comentó un buen amigo que él, y otros como él, habían hecho para otra niña que iba a ver un mundo que quizá ellos tampoco querían para ella. Decidieron escribirle: darle palabras, emociones, pensamientos, ideas, anhelos, dudas, convencimientos y experiencias. Querían regalarle trozos de vida -de canciones, de sonrisas, de abrazos, de libros- que ella no había visto, ni oído, ni sentido, y que quizá podría hacer suyos, transformarlos, dándoles otra vida. Y en eso que me puse a escribir, pensando en mí tanto como en ella. Haciendo un esfuerzo por legarle no sólo incertezas, rabia o impotencia sino también sueños, quimeras, utopías. Ilusión al fin y al cabo. Unas ganas enormes pero que siento irresistiblemente preñadas de imposibilidades. De saber y conocer nuestro pasado, de ver y oler nuestro presente, de no poder tocar un futuro que va a ser más suyo que mío pero que va a tener más a ver conmigo que con ella. Y en ese punto me siento espectador cuando no consumidor. ¿Pero qué le voy a contar? ¿Qué puedo explicarle? Podría decirle que sentir la injusticia la va a hacer más viva, más despierta, más buena. Especialmente cuando ni siquiera le roce la piel, cuando esté tan lejos como está...

miércoles, 1 de septiembre de 2010

Así, de un tirón

Así, de un tirón, se lo dije una mañana:
- Vamos, levantémonos ya, desperézate, dúchate que yo te espero. No entro contigo, no, que quiero que vayamos juntos a comprar el periódico y a desayunar. Lo leeremos, tomaremos café, medio bocadillo y luego iremos a la playa. Tenemos que aprovechar lo que queda de verano, los últimos rayos de sol, un baño, lento y tranquilo, como disfrutándolo. Y olvidarnos de muchas cosas y pensar que todo es fácil, que todo puede ser fácil hasta que se complique, hasta que nosotros pensemos que se enreda. Ahora no importa, ¿qué importa? Desandemos lo aprendido, volvamos a pronunciar las palabras con todas sus letras, a tocar las formas con sus curvas y aristas, a sentir zumbidos y susurros, a pensar que lo que quizá hoy es proyección mañana será tangible. Vamos a equivocarnos, vamos a conocernos, poro a poro, poco a poco. Cuéntame, dime, pero déjame hablar. Es que me cuesta mucho, es que, a veces, no sé lo que me digo o lo conozco demasiado. Tú no entiendes nada. Es normal, es difícil: poco a poco, poro a poro.