Hace mucho tiempo ya que tenía pensado escribirte. Muchos meses, casi un año, al poquito de que tu madre me dirigiera cuatro palabras, sólo cuatro, las justas para ser enmarcadas por una de las sonrisas más brillantes que he visto nunca en el rostro de mi hermana. 'Vas a ser tito'. Eso me dijo. Así, tal cual. Después vinieron muchas más, también muchísimos signos y gestos de exclamación, de felicidad. Y eso tienes que saberlo y también tienes que creerlo tal cual te lo cuento aunque no va a pasar absolutamente nada si lo pones en duda Porque sí, porque has hecho de mi hermana una mujer muy feliz. Has contribuido decisivamente a que mi hermana sea una mujer muy feliz y eso es importantísimo y, en gran parte, es mérito tuyo, aunque no lo sepas y aunque quizá todavía no lo sepas cuando puedas leer y comprender estas líneas si alguna vez las haces tuyas. Y también lo has conseguido conmigo aunque ahora, en este instante en el que quizá estés durmiendo después de haberte comido -quizá a regañadientes; a veces lo haces- un platito de fruta triturada y de algo que te parece un manjar -que no es ni más ni menos que un yogur que consigue hacer que te relamas y no protestes y no te manches siquiera las comisuras de los labios- no seas consciente, no lo sepas y estés demasiado preocupada en descubrir a cada instante el mundo que te rodea. Pero eso no importa. Ahora, hoy que es un lunes 8 de agosto de 2011, eres tú -pequeñita, encantadora, poco llorona, que regalas sonrisas a cada nuevo descubrimiento, que te entretienes con el objeto más inverosímil aunque sea el yeso que ha recubierto mi brazo derecho durante más de dos meses- eres tú y el mundo que te tocó vivir, esa realidad que no has podido elegir, como tampoco has podido elegir a los que te rodean, como tampoco has podido escoger el amor incondicional que te profesan, ése que sería capaz de dominar casi cualquier cosa, el que exige abandonarlo todo si tú realmente así lo necesitas, aunque no lo sepas y aunque quizá tampoco lo pidas; quién sabe si tampoco lo precises.
Fíjate, ¿te das cuenta, verdad? ¡Qué complicadas son las cosas, las emociones y la realidad tangible y aquella que no es palpable pero tanto puede oprimir! Quisiera contarte mil sensaciones y todavía no sé cómo empezar o, mejor dicho, cómo seguir, porque lo cierto es que he tenido mil y una conversaciones mudas contigo hasta que me he decidido a empezar esta serie de cartas.
Quisiera decirte, por ejemplo, que cuando inicié estos pensamientos quería agrupar las cartas que te quería escribir de forma temática. Una se la dedicaría al amor; otra al mundo emocional en un sentido más amplio, como si ambas fueran diferentes y discernibles, como si se pudieran separar quirúrgica y exactamente. Después seguía pensando: otra sería para lo político, uno de los motores de mi vida, algo que me hace sentir vivo y que, en última instancia, es igual de capaz que lo anterior de hacerme llorar, reír, rabiar o desesperarme, entusiasmarme y proyectar, soñar con cada pequeña victoria y apretar los puños con cada derrota. ¿Te das cuenta? ¡Como si lo político también fuese ajeno a lo emocional!
También había pensado hablarte de mí y entonces fui consciente de que escribiéndote sobre cualquier cosa ya lo estaba haciendo, que era innecesario, que, en cierta manera, te estaba privando de tu propio juicio. Porque eso espero, que poseas esa actitud crítica que tan necesaria es en estos momentos de mierda que te tocó contemplar, ahora que poco puedes hacer para que tal realidad cambie. Pero quiero decirte una cosa que en realidad habla de millones de cosas, de la misma manera que son millones las personas honestas que habitan este mundo, porque son muchas, muchísimas, las que se parten la cara día a día para que su mundo, que también es el tuyo, sea mejor, sea nuevo, para decir y sentir que es y puede ser nuestro -claro, también tuyo y mío- y no de unos pocos, para seguir diciendo basta como lo hemos hecho siempre, como lo hemos mamado de los más viejos, levantándonos a cada paso aunque parezca que siempre vivamos en la derrota. Pero no es cierto y eso quiero decírtelo a ti tanto como deseo contármelo a mí mismo: no es cierto porque algunas veces hemos ganado, aunque hayan sido apenas unos destellos de dignidad, aunque tengan tanto polvo encima que apenas se descubra su forma, aunque sean victorias tan pequeñas y cotidianas que las apartemos a codazos cuando entramos en el metro. Porque aunque ahora estemos viviendo un tiempo duro y difícil, que tú todavía no conoces, estamos vivos, estamos peleando casi a diario, estamos diciendo que no, de la misma forma que pensamos el sí y, a veces, alguna vez, lo digamos a media voz. Porque somos muchos y espero que los conozcas a todos aunque tengan otras caras y te parezca, en un futuro lejano, que en ocasiones digan tonterías. Te mando mil besos,
Tu tito.
Tu tito.
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